Ya no nos dejan ni engordar

OPINIÓN

La obesidad es una condición crónica que aumenta de manera súbita el riesgo de sufrir no solo enfermedades metabólicas y cardiovasculares sino incluso ciertos tipos de cáncer.
La obesidad es una condición crónica que aumenta de manera súbita el riesgo de sufrir no solo enfermedades metabólicas y cardiovasculares sino incluso ciertos tipos de cáncer. La Voz de la Salud | iStock

25 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Tomas Hobbes decía que la única forma de lograr seguridad es renunciando a la libertad. El filósofo inglés quería decir que cualquier estado se sirve de las leyes para regular la convivencia social. Las leyes siempre, siempre, restringen la libertad, ese es el precio que tenemos que pagar por vivir en sociedad, por disfrutar de unas reglas de juego comunes que nos permiten compartir con los demás los mismos espacios, recursos e intereses. Quién no ha imaginado, en algún momento de la vida, poder prescindir de las leyes, vivir en libertad, hacer lo que nos dé la gana. 

Olvídese de lo anterior, nos guste o no, la ausencia de leyes lleva irremediablemente al caos. Cuentan los historiadores que cuando el rey de los persas moría cundía el caos y la anarquía durante cinco días. La idea era que, después de ese lapso de tiempo, la población suplicara por un nuevo gobierno que, aunque fuera nefasto, siempre sería mejor que la ausencia de normas. 

Pero… ¿qué ocurre cuando las leyes anulan nuestra autonomía?, cuándo las decisiones dejan de existir, cuándo nuestra voluntad está siempre limitada a imposiciones externas, cuándo no tenemos más remedio que circular por donde nos obligan. Me acuerdo de los coches de Scalextric, creo que me dejaron de gustar porque no podía salirme del carril, —menudo rollo—.

Estimado lector, he introducido el tema con la anterior diatriba porque estoy harto de las prohibiciones: no puedo beber, no puedo fumar, no puedo enterrar a mi perro muerto… entiendo que; como decía Jean Paul Sartre: «Mi libertad termina donde empieza la de los demás», ¿pero realmente ese es el motivo? Creo que no. ¿Será que ciertas prohibiciones se producen porque generan un enorme gasto al estado?, Pongamos el ejemplo del tabaco y su coste sanitario… Si el gasto social fuera la causa de las limitaciones entonces deberíamos prohibir ver la tele, que induce al sedentarismo; comer marisco, que incrementa el ácido úrico y los auriculares, que provocan sordera, por citar sólo algunos. Entonces, ¿por qué esta manía de prohibirlo todo?

El origen del malestar que ahora me agita nace por ciertas propuestas que están proliferando por los estamentos políticos. Hace unos días las autoridades educativas prohibieron el móvil en las escuelas, ya escribí sobre este asunto. Ahora, aprovechando las últimas estadísticas que indican que Asturias tiene una de las tasas de obesidad mayores de España, quieren eliminar las bebidas y alimentos no saludables de los centros escolares. Volvemos a las andadas, estamos haciendo a la gente tonta, eliminamos su capacidad volitiva, alimentamos a una sociedad paternalista que nos toma por niños bobos. Todos sabemos que hay alimentos que son basura, que se venden en todos los lugares y por tanto son accesibles al público infantil, pero… ¿debemos prohibirlos por eso? Yo digo no, si los prohibimos la mayoría de los menores, nada más que tengan ocasión, se van a atiborrar de ellos. Además, no se olvide que estamos hablando de edades en la que las prohibiciones lo único que consiguen es el efecto contrario. La solución es la educación, no la prohibición. Si quiere que su hijo coma fruta en el recreo, de ejemplo en su casa, métale una manzana en la mochila y no le de dos euros para que se los gaste en la máquina de vending. La posibilidad de escoger una opción menos sana, lejos de perjudicar a los menores, los hace libres, responsables, les hace tener conciencia de control sobre la situación y por lo tanto serán personas con una mejor autoestima. Las prohibiciones destruyen la autonomía, hacen que los menores carezcan de conciencia del problema y en cuanto la vigilancia cesa, —pues ya sabe—. 

El exceso de regulación se ha convertido en una norma general de todos los estados. Hace unos días podíamos escuchar cómo Reino Unido prohibirá la venta de tabaco a los nacidos después de 2008, una medida que a mi juicio resulta un tanto desafortunada, hipócrita y por supuesto paradójica. Cada vez se cierran más las opciones que nos permite escoger, estamos condicionados por unos gobiernos que nos niegan el derecho de elección, nuestra libertad de decisión ya no nace de nosotros, nos viene dada. Es el nuevo despotismo que nos trata como a idiotas. ¿Qué será lo siguiente? Prohibirán las videoconsolas, las chanclas con calcetines, ciertas películas o quizás algún libro sospechoso. Me temo que como la responsabilidad no salga del ciudadano, la sociedad estará creando monos amaestrados que, en cuanto falte la supervisión del amo, saldrán de la jaula en estampida.