El fluido tenso de un bailar

Yolanda Vázquez

CULTURA

Pilobolus
Pilobolus Joseph Mehling

Pilobolus, agrupación norteamericana que cumple medio siglo de vida, trajo a Oviedo Re: Creation, resumen del tesoro de una trayectoria inigualable, que atrapó al público desde el primer momento con un lenguaje tan propio como único

04 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cómo referir la identidad de una danza que, más que danza, es propuesta escénica bailada, en la que hombre y mujer tornan su corporeidad en un fluir constante de masa, mole y carne para crear esencia dancística de identidad única? ¿Qué hacen de especial los cuerpos de Pilobolus, que convierten cualquier cosa en una trama escultórica de suspendida, líquida y potente belleza siempre en movimiento, paz y armonía? ¿Por qué en ellos todo lo que no es danza y llevan a escena funciona como danza de pleno derecho?

Esto que, así formulado, parece albergar una duda, en realidad, no lo es; es, más bien, la obviedad interrogada de una certeza, esa que en sí misma constituyen los argumentos coreográficos expuestos por el sexteto que integra la compañía norteamericana Pilobolus, que el viernes, 26 de abril, visitó el Campoamor, en el marco de la gira mundial que están realizando con Re:Creation para conmemorar su medio siglo de vida sobre el escenario. El programa reúne creaciones nuevas junto a algunas de las aportaciones escénicas más emblemáticas de sus 53 años de historia. Como grupo creativo, Pilobolus nació en New Hampshire en 1971, y no lo hizo como compañía de danza propiamente dicha. En su momento supuso todo un revulsivo en el mundo de la danza y el teatro, y pronto llegaron a consolidar una forma de hacer tan única y especial, que lograron en poco tiempo lo que muy pocos logran: que la crítica dijera de sus montajes y propuestas que conseguían alterar la percepción que sobre la escena se podía tener de un espectáculo de música, danza y teatro. 

Pilobolus
Pilobolus Bridgid Pierce

Tanto es así que el reconocimiento, además de suponerles colaboraciones en diversas Olimpiadas y actuaciones en Broadway, ceremonias de entrega de los Oscars, programas de televisión y promocionales, culminó en el desarrollo de una potente organización. Muy especializada en su propio modo de trabajo y construcción, Pilobolus puso desde el inicio especial interés en todos aquellos aspectos relacionados con la imaginación, la colaboración creativa entre disciplinas y la formación continua de sus integrantes. Así que, hoy día son reconocidos internacionalmente como una institución cultural en continua evolución.

Pilobolus cuenta con un increíble y formadísimo equipo de producción y dirección técnica y escénica; un plus profesional que incide eficazmente en su ideario y objetivos y que les permite estar a la cabeza de la innovación desde la sencillez: construyen sin artificio y con tecnología, pero para la naturalidad. En Oviedo tuvimos la oportunidad de ver cinco piezas, algunas verdaderamente conmovedoras, y otras que desataron el júbilo que siempre proporciona la comicidad bailada; como si el escenario fuera una pantalla donde se proyectara cine mudo, y en realidad estuviéramos viendo pasar imágenes a 18 fotogramas por segundo (fps), pero en color en vez de en blanco y negro; como una suerte de storyboard a modo de tira cómica y a ritmo. Este fue el caso de la segunda pieza del programa exhibido en Oviedo, una de las obras más queridas por el público internacional y que es parte de la historia de la agrupación. Se trata de Walklyndon, una coreografía que resume la esencia de los primeros años de la compañía, cuando el slapstick, la comicidad del golpe y porrazo, era leitmotiv vestido de elegancia y ternura. Una delicia. A esta icónica pieza se sumarían años más tarde otras, como su aclamado espectáculo Shadowland (2009), que constituyó otro de los momentos importantes dentro de la trayectoria de la compañía por el eco mediático y artístico que despertó en su momento. Un maravilloso cuento y una propuesta imitadísima después.  

 

En Oviedo, la velada se abrió con Noctuary, donde la dramatización del gesto da total libertad a la exhibición de la fisicidad del sexteto al completo, compuesto por cuatro hombres y dos mujeres que nos cuentan el sueño de maternidad acumulada de una mujer, la protagonista, que pivota entre lo que sueña ser y lo que en realidad es. Un gran pañuelo gasa, recurso que sirve para hacer un sofá, moldeado en los cuerpos de los bailarines-actores, que, como títeres en miserere, nos hacen partícipes de un mundo imaginado, ligado al correlato de una danza en femenino que cuenta el sueño de la maternidad, de la continuidad inserta en todo tejido (el pañuelo) que hace las veces de cordón umbilical, y que liga el conjunto de modo tan robusto como elástico. En definitiva, un precioso trabajo escénico, enormemente postural y dramático.

El músculo y su carne como don para la danza

Gnomen (Robby Barnet, Johathan Wolken, 1997), una de las piezas más conmovedoras de la noche, aparca lo tradicional lúdico de Piloboulus y se centra en la densidad muscular de los cuerpos de los intérpretes para hablar de amistad, de la armonía que debe presidir toda amistad que aspire a alcanzar la perfección emocional. Resulta muy complejo explicar —trasladar con palabras, siendo exactos— qué sensaciones proporciona contemplar el trabajo físico de los cuatro protagonistas; una suerte de éxtasis muscular en toda regla, mientras los cuerpos dialogan entre sí con la volumetría que desprende semejante despliegue de fortaleza física —la de cada uno de ellos—, al cargar una figura, un gesto, una elevación o una pose. Es el indiscutible fluir, tierno y suave, del calor y la temperatura que imaginamos que esos músculos albergan; todas las composiciones y posturas se hacen envolventes, discurren a cámara lenta, como si el aire las estuviera acunando, como si soplar una gasa creara materia, como si el columpio fuera y viniera, como el vaivén que no cesa, como un ea, ea, ea... Algo así podría ser. 

Pilobolus
Pilobolus Bridgid Pierce

Ciertamente, el ardor de la fibra muscular, su tensión y esfuerzo (porque eso se ve, están semidesnudos), colman al danzante siempre en escultura; y este es, desde luego, un pilar básico para los de Pilobolus. Pero, ojo, que nadie se confunda: no es culturismo, no es musculismo, no es hormona; no es, tampoco, pretenciosidad. Es todo lo contrario: la armonía de ver la amplitud de las cargas y sobrecargas de los 600 músculos del cuerpo humano, y de paso admirar cómo todo eso se convierte en respeto y oda al hombre y al Hombre. Desde aquí se nos antoja ontológico. 

La coreografía resulta de un gusto exquisito. La elección de la música, algo en lo que nos detendremos un poco más adelante, resulta tan importante como fundamental para dar continuidad a lo más básico: la movilidad de todas las figuras humanas, los abrazamientos, el candor que se desprende desde la potencia, pero hecho para la hombría y la virilidad, y que dan, sin ningún género de dudas, en una plástica realmente hermosa. Quedémonos con el momento en que tres pies sujetan el cuerpo de un hombre acostado encima de ellos y lo mecen (literalemente), suspendido en el aire, mucho mejor de lo que un futbolista controla su balón de reglamento de 450 gramos de peso. Y parece que lo hacen sin esfuerzo y al compás de la maternidad. Y, tras todo eso, al final, viene el adiós y, tras el adiós, el ascetismo. Poco más que añadir. 

Pilobolus
Pilobolus John Kane

Sinosuidad y tensión calórica

On the nature of things es una pieza cuyo argumento principal es Vivaldi y el Barroco. La verdad es que resulta muy asombroso comprobar cómo tres personas subidas a un zócalo de un metro cuadrado son capaces de mostrar no solo ya el origen de la escultura, sino la tensión que se puede llegar a generar controlando las secuencias de una coreografía que reposa solo en cuerpos entrelazándose.  

La cámara lenta, la parsimonia demoradísima de los izados, la envoltura, la carne noble, la innoble. Todo en un metro cuadrado. Todo lo que huela a Barroco desnudo es enormemente atrayente, y eso es lo que ofrece esta pieza: carne y desnudez; tensión y sinuosidad. El espectador se transporta con total facilidad al tiempo de la escultura helenística, cargada tanto de todo para todo. Parece inverosímil que eso se pueda hacer presente más de 21 siglos después. Pero así es. On the nature of things es un ejercicio, in situ, de danza anaeróbica elevada en lo barroco.  

Cerró la velada Branches, la más bailada de las piezas sin duda alguna, y donde la tierra, la naturaleza y el aire libre son los pretextos para converger en una alegoría sobre la flora y la fauna de la mano de los seis integrantes de la compañía. Ofrecieron una buena coreografía que, dentro de su explosión, basculó mucho más hacia la danza como acción que a la escultura como sensación. Así que el público pudo apreciar lo que de ritmo y conjunción son capaces de tener los intérpretes en escena. Y, de paso, también comprobar el arte, vamos a decir así, que encierra saber dar una simple voltereta en el suelo: suspender la envolvente del giro y hacerlo bien claro a cámara lenta para que todo el mundo lo vea. Hay que tener muchas abdominales para hacer eso y el bíceps femoral bien despierto para expandirse y restar frenando velocidad en pleno giro en el suelo. Rica en movimiento degradado, y en fraseo plenamente contemporáneo, los de Pilobolus cerraron una velada de danza ejemplar, alrededor de unos días en que diversos actos conmemoraban el Día Internacional de la Danza, que en el Principado estuvieron centrados, una vez más, en Gijón. 

Branches
Branches Brigid Pierce

Excena Gijón quisó ocupar abril y llenar la ciudad de mucha danza coincidiendo precisamente con esta celebración, y Excena en Danza, como extensión del programa municipal Excena Gijón, celebró esta conmemoración internacional el pasado 28 de abril en el Centro de Cultura Antiguo Instituto (CCAI) de la mano de la Asociación de Profesionales de la Danza de Asturias (APDA). Con la puesta en escena, en el patio del CAI, de una coreografía colaborativa en la que participaban varias escuelas y academias asturianas, un aula abierta a cargo del primer bailarín de la Opera Nacional de Burdeos, director artístico y maestro, Álvaro Rodríguez Piñera, y la lectura del manifiesto de este año, encargado a la gran bailarina Marianela Nuñez por el Instituto Internacional del Teatro (ITI), Asturias conmemoró la danza. 

Y los de Pilobolus, que vuelvan.  

Ficha técnica y artística

Pilobolus

  • Directora ejecutiva y codirectora artística: Renée Jaworski 
  • Director artístico: Matt Kent 
  • Bailarines: Nathaniel Buchsbaum, Connor Chaparro, Quincy Ellis, Marlon Feliz, Hannah Klinkman y Zack Weiss 
  • Responsable de danza: Quincy Ellis 
  • Directores generales: Anna Bate y Kirsten Leon 
  • Supervisor de iluminación: Yannick Godts 
  • Director de escena: Max Jabara 
  • Dirección técnica: Danielle DeVito 

Noctuary 

  • Coreografía: Derion Loman, Madison Olandt, Renée Jaworski y Matt Kent, en colaboración con Nathaniel Buchsbaum, Quincy Ellis, Marlon Feliz, Hannah Klinkman, Paul Liu y Zack Weiss 
  • Intérpretes: Nathaniel Buchsbaum, Connor Chaparro, Quincy Ellis, Marlon Feliz, Hannah Klinkman y Zack Weiss 
  • Música: Jad Abumrad 
  • Vestuario: Valerie St. Pierre Smith 
  • Iluminación: Thom Weaver

Walklyndon 

  • Coreografía: Robby Barnett, Lee Harris, Moses Pendleton y Jonathan Wolken 
  • Intérpretes: Nathaniel Buchsbaum, Connor Chaparro, Quincy Ellis, Marlon Feliz, Hannah Klinkman, y Zack Weiss 
  • Vestuario: Kitty Daly 
  • Iluminación: Neil Peter Jampolis

Gnomen 

  • Coreografía: Robby Barnet y Jonathan Wolken, en colaboración con Matt Kent, Gaspard Louis, Trebien Pollard y Mark Santillano Intérpretes: Nathaniel Buchsbaum, Quincy Ellis, Connor Chaparro y Zack Weiss 
  • Música: Paul Sullivan 
  • Voz: Matt Kent 
  • Vestuario: Eileen Thomas 
  • Iluminación: David M. Chapman

On the nature of things  

  • Coreografía: Robby Barnett, Renée Jaworski, Matt Kent y ltamar Kubovy, en colaboración con Shawn Fitzgerald Ahern, Benjamín Coalter, Matt Del Rosario, Eriko Jimbo, Jordan Kriston, Jun Kuribayashi, Derion Loman, Nile Russell y Mike Tyus 
  • Intérpretes: Nathaniel Buchsbaum, Quincy Ellis y Marlon Feliz Música: Antonio Vivaldi, Michelle DiBucci y Edward Bilous. 
  • Mezzosoprano: Ciare McNamara. 
  • Violín solo: KrystofWitek 
  • Iluminación y escenografía: Neil Peter Jampolis

Branches 

  • Coreografía: Renée Jaworski y Matt Kent, en colaboración con ltamar Kubovy, Mark Fucik y Antoine Banks-Sullivan, Nathaniel Buchsbaum, Krystal Butler, lsabella Diaz, Heather Jean Favretto y Jacob Michael Warren 
  • Intérpretes: Nathaniel Buchsbaum, Quincy Ellis, Marlon Feliz, Hannah Klinkman, Paul Liu y Zack Weiss 
  • Música: David Van Tieghem, David Darling, Riley Lee, Olivier Messiaen, Stuart Bogie 
  • Sonido: David Van Tieghem 
  • Vestuario: Liz Prince 
  • Iluminación: Thom Weaver
  • Teatro Campoamor, 26 de abril, a las 20:00 horas. Duración: 1 hora y 40 minutos. Cuarto título del Festival de Danza de Oviedo de 2024.