La polarización de la campaña entre PSC y Junts pone a ERC contra las cuerdas

Xavier Gual BARCELONA / E. LA VOZ

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El candidato republicano, Pere Aragonès, el jueves en el debate electoral en RTVE.
El candidato republicano, Pere Aragonès, el jueves en el debate electoral en RTVE. Alejandro García | EFE

Illa descarta pactar con Puigdemont 24 horas después de ofrecerle un acuerdo

03 may 2024 . Actualizado a las 22:26 h.

Esquerra Republicana no remonta en los sondeos para desesperación del presidente de la Generalitat y candidato a la reelección, Pere Aragonès. Es un secreto a voces que la polarización de la campaña catalana en beneficio de las dos candidaturas más antagónicas, las encabezadas por el líder del PSC, Salvador Illa, y el de Junts, Carles Puigdemont, está dejando en fuera de juego a la formación republicana.

En la sede de la calle Calabria apenas hay quien dude de lo desacertado de la decisión de Aragonès de adelantar los comicios, en un momento en que la aprobación de la ley de amnistía dejaba como principal beneficiario al expresidente de la Generalitat. En Argelers se frotan las manos ante lo que parece ya una victoria segura, aunque parcial, según apuntan la gran mayoría de encuestas: volver a ser la primera fuerza del independentismo, por delante de las huestes de Oriol Junqueras, que les arrebataron esa condición hace tres años.

¿Error de cálculo o exceso de optimismo? Sea lo uno o lo otro, o ambas cosas a la vez, lo cierto es que la ruptura del Gobierno bipartito de Esquerra y Junts hace año y medio ha pesado como una losa en la espalda de Aragonès, forzado a gobernar en minoría con 33 diputados de los 135 que conforman el Parlamento catalán. Zarandeado por sus antiguos socios, a diestra y siniestra, Aragonès no tuvo suficiente con el flotador que le lanzó Illa hace unos meses para sacar adelante las cuentas de la Generalitat, tras el rechazo de los comunes al proyecto del Hard Rock.

Las apelaciones del candidato de Esquerra a una supuesta sociovergencia (alianza entre PSC y Junts), su insistencia en un cara a cara con Puigdemont, su propuesta sobre un modelo de financiación «singular» para Cataluña, o el referendo pactado dentro de la Constitución parecen haber caído en saco roto.

Las opciones de ERC se desinflan al tiempo que se simplifica el mapa de pactos tras el 12M, con los republicanos ejerciendo de eventual muleta de una Generalitat con solo dos presidentes posibles, deshaciendo el empate a tres del 2021. Y aquí, los viejos demonios que cohabitan en su interior, divididos entre soberanistas y socialdemócratas, amenazan con provocar una nueva implosión en sus casi cien años de azarosa vida política.

El portazo posconvergente

En el debate del jueves pasado en RTVE, a Aragonès se le vio a la defensiva, incluso nervioso, algo que no pasó inadvertido a sus oponentes. «Me presentaré a la investidura para presidir la Generalitat» con un Gobierno «estable y transversal», soltó Illa, dando por hecha la victoria. Horas antes, el socialista había abierto las puertas a un acuerdo con Junts. Aragonès le echó en cara el alarde de arrogancia: «Primero, deben hablar los ciudadanos», mientras Josep Rull sorteó la trampa tirando del argumentario de su jefe con un «no pactaremos con los socialistas, no haremos presidente a Illa». Ante el portazo de los postconvergentes, el primer secretario del PSC no tardó ni 24 horas en retirar su oferta: «Ellos mismos (Junts) se autoexcluyen, porque su lógica es la de la década perdida y la mía es la de un Gobierno fuerte. Son lógicas incompatibles».